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Innovación social, ¿porqué ahora? (II)

   
 

Sin duda, en España estamos inmersos en un cambio de modelo social brutal, en el sentido literal de la palabra. Los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad, después de años de vino y rosas para algunos, requiere de cambios muy significativos en la manera de afrontarlos.

También la sociedad europea y su estado del bienestar tienen una necesidad evidente de cambio de modelo para poder sobrevivir como tal: la mayoría de sus procesos y sus actores vienen aplicándolos desde los años 80 y 90, adaptándolos al nuevo entorno, pero sin un cambio radical más que el crecimiento hasta el año 2008 y unos recortes públicos seleccionados con criterios cuantitativos a corto plazo, poco racionales. El reciente caso de revisión del estado de bienestar por el Gobierno de izquierdas en Holanda es un ejemplo de ello.

De ahí viene la importancia de la innovación social y que la UE la haya puesto en un nivel destacado integrándola en el conjunto de las políticas de innovación. El hecho relevante de que sea la Dirección General de Empresa e Industria, el lugar de la Dirección General de Empleo y Política Social quién ejerza esta función motora en innovación social implica ventajas, y riesgos, que los diferentes actores deben ser capaces de aprovechar.

Hay una necesidad evidente de innovación social, que va más allá de la ya conocida de RSC, emprendimiento social, empresa social, bonos sociales, valor compartido, crowdfunding, SROI, base de la pirámide, HUB’s, filántropia estratégica, bottom-up, innovación disruptiva, capital riesgo social y una larga lista de conceptos y procesos que podríamos añadir hasta llenar toda la página.

Un primer aspecto a considerar cuando hablamos de innovación social es precisamente de que no es una novedad: diferentes autores reconocen que la innovación social no es en sí nada nuevo y que hay soportes teóricos ya en los años 50 a través Schumpeter y su “destrucción creativa”. Todos conocemos ejemplos de proyectos de entidades sociales y administraciones de los últimos 50 años  que han sido auténticas innovaciones sociales:

  • La renta mínima de inserción, ahora en crisis financiera, supuso en su momento una impotante innovación en la integración social de colectivos en riesgo de exclusión.
  • Lateleasistencia implantada a mediados de los 90, es una innovación social en los países desarrollados de una importancia parecida los microcréditos en los países en desarrollo.
  • Ciertas estrategias de desarrollo local en Europa, serían hoy acogidos como innovaciones sociales de alto valor e impacto social en países como Estados Unidos, aún en sus inicios en algunos temas de sonsenso como vemos en este artículo sobre impacto colectivo de Standford

Pero junto a estos ejemplos, hay multitud de iniciativas de diversa índole, muchas  de ellas protagonizadas por entidades sociales y administraciones, que podemos calificar como innovaciones sociales, aunque no habían sido puestas bajo este paraguas conceptual.

El análisis de los 10 ejemplos de innovación socialque del documento de la propia UE, “This is European Social innovation”, nos muestran casos que conocemos con extensión y ampliamente desarrollados en nuestro propia entorno. Por tanto, la innovación social ha tenido que recurrrir al pasado para llenarse de contenidos, a veces con acierto, a veces poniendo el duda la seriedad de todo el proceso. Son parte de las contradicciones en el desarrollo de una idea de impacto.

Por tanto, la innovación social como la conocemos ya existía pero carecía de la conceptualización que ahora tiene; administraciones y organizaciones sociales se han visto desde siempre enfrentadas a nuevos retos a los que dar solución y la innovación social, aunque la mayoría de las vecesinformal y sin documentar como tal, ha sido la solución.

El empuje inicial, la dedicación de recursos en innovación social a mediados de los años 2000 procede de ciertas fundaciones filantrópicas americanas, que vieron la necesidad de desarrollar nuevas iniciativas de empredimiento y de colaboración público-privada: a ellos hay que reconocer el valor de haber apostado por la innovación social, por haber creado la agenda global y por haber puesto el concepto en los medios. Ashoka, Skoll Foundation, FundaciónAvina,  Young FoundationSchwab Foundation, Omydiar Network, entre otras. Todas son fundaciones anglosajonas no tradicionales, con una fuerta presencia de emprendedores de éxito en el sector de las tecnologías de la información. Haber puesto la innovación social en la agenda y en los medios no es poco: a ellos se lo debemos.

Las empresas, el tercer agente de innovación social, han tenido una actitud proactiva más recientemente, vinculándola a veces una RSC en crisis permanente o a sus fundaciones: las empresas han visto en la innovación social un potencial evidente de comunicación, posicionamiento y de cambio interno que han sabido aprovechar. En un momento de crisis sistémica, las novedades son atractivas y el concepto de innovación social tiene para lasempresas un potencial amplio para desarrollarlas.

Pero más allá de la comunicación y el posicionamiento, la innovación social también permite a las empresasidentificar tendencias y proyectos que puedan ser desarrollados y convertirse en líneas de negocio: se trata de externalizar los costes de I+D+I como ya han hecho en otros ámbitos de la innovación.
Son muchas las empresas multinacionales que han establedido programas y premios de innovación social, muchas vinculadas al sector de las tecnologias por las razones que luego veremos. Dell, Hitachi, HP, NBC, Mckinsey, Deloitte, junto a los gigantes de la innovación como General Electric o Siemens, y en España Telefónica y Repsol, entre otras.

Tanto las fundaciones promotoras antes mencionadas como las empresas, han seguido al pie de la letra las recomendaciones de un informe de Mckinsey que proponía la convocatoria de premios y concursos como estrategia: las empresas no se han puesto en primer plano de la innovación, han preferido los concursos y los premios como instrumentos para identificar nuevas iniciativas de innovación social. Es una estrategia de bajo coste, sin riesgo ni tensiones en sus organizaciones y con un fuerte impacto en medios; siempre hay un ganador y una historia que contar, aunque el premio final sea más que ridículo, no acostumbra a superar los 10.000€.

La misma UE ha obtado en esta fase inicial de lanzamiento por la estrategia de los premios y concursos: parece una estrategia correcta en la fase actual de la innovación social en la que se recurre a la búsqueda en el pajar de las nuevas ideas y proyectos. Hemos visto como algunos actores han tenido que prorrogar el plazo de sus convocatorias de premios una y dos veces, ante la ausencia de proyectos de calidad poniendo en evidencia las propias dificultades del proceso y la debilidad de los proyectos de innovación social. Es parte del riesgo a asumir.

Sin embargo, esta estrategia de proyectos individuales es a todas luces insuficiente a corto y medio plazo en la medida en que no implica a los grandes actores de la innovación social: las administraciones, las organizaciones sociales y el núcleo duro de las empresas.

La estrategia de identificar, probar y escalar nuevas innovaciones sociales con potencial, requiere unos tiempos demasiado largos y de unos mecanismos de financiación que al menos en España, están escasamente disponibles en un entorno de atonia del mercado y de falta de recursos públicos para servicios básicos.

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